Evolución fotográfica personal

Mi evolución fotográfica personal nació de la visión de mi padre cuando se deleitaba con pasión con su cámara durante un viaje dominical o una fiesta importante.

Desde temprana edad lo observé en la cuidadosa aplicación de esta herramienta y me dediqué al estudio de las posturas clásicas con el resultado final de que mi madre siempre venía de la misma manera en todas las fotos.

Esos fueron los años 70, años de cambio, de luchas, de austeridad, de dificultades económicas para un trabajador. Todo lo que tenía valor era intocable en las manos rápidas de un niño de diez años, al igual que su cámara, comprada con muchos sacrificios y ahorros.

Ni siquiera podía tocarlo porque si desafortunadamente hubiera dañado esto, ya no habríamos podido comprar uno nuevo.

Un día, aún bastante temprano, mi padre murió.

Desde entonces su cámara ha permanecido allí y ya no ha sido tocada, y aún hoy, como una reliquia, reside en el cajón donde la protegía.

Muy raramente lo vuelvo a abrir y lo acaricio, todavía saboreo el olor de su funda de cuero como si me llevara de vuelta a esos pobres pero hermosos y llenos de calor momentos.

Pasa el tiempo para todos y luego desarrollé un interés real en este mundo fantástico. Desde ese momento intensifiqué la idea de tener que crecer fotográficamente

Con el advenimiento de la fotografía digital, fotografar se ha vuelto más fácil y un poco más asequible. Mi evolución fotográfica personal se ha enriquecido a través de cursos, talleres, concursos, lecturas y comparaciones.

Con el tiempo descubrí en mis fotos un fuerte componente de tristeza, emoción melancólica, angustia, como si quisiera hibernar el pasado a toda costa o resaltar lo que naturalmente se esconde y se aleja.

Necesito hacerlo, simplemente, claramente pero con actitud, a mi manera.

Mis amigos bromean conmigo diciéndome que soy un fotógrafo triste y tal vez tengan razón. Sin embargo, mis disparos son solo el resultado de lo que siento y quiero contar. En este sentido, la experiencia de la muerte prematura de mi padre y el abandono del hermoso mundo adolescente me marcaron profundamente.

Puedo decir que en cada fotografía que he probado y aún busco esa edad, esos momentos o todo lo que de alguna manera trae de vuelta allí. Y quizás indirectamente mi ser también. Cada disparo es un nuevo renacimiento de una muerte distante, es hacer eterno lo que potencialmente ya no existe mañana.

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